Autora: Helena Gutiérrez Espí Fuente: Alkalima
Ponencia impartida el 27/06/16 dentro del programa Noches de Ramadán, organizado por el Ayuntamiento de Madrid en colaboración con Librería Mujeres.
Quiero dar las gracias a Librería Mujeres por haberme invitado a esta mesa redonda sobre Feminismo Islámico y por haber leído mi novela. Escribí Unos baklava por amor con la intención de parodiar los estereotipos y prejuicios que abundan en series, películas, libros y medios de comunicación sobre las personas musulmanas. El estereotipo del “moro machista” y de la “mora sumisa” está desgraciadamente muy extendido en la sociedad occidental y creí necesario hacer una parodia en la que el humor y la ironía fueran el detonante para desmontar estas ideas preconcebidas y luchar, así, contra la islamofobia. No hemos de olvidar que la islamofobia es un tipo de racismo y que es la islamofobia de género la que más crece.
Mi novela trata de una chica, la Mary, adicta a la moda y a Tele 5 que se enamora de un turco y emprende un viaje a Estambul para conocer a la familia de este. Ella llega llena de prejuicios hacia los “moros” pues mide el mundo desde su perspectiva etnocentrista y todo lo parece “salvaje e incivilizado”. Pero poco a poco irá conociendo personajes que le harán cambiar su percepción y se dará cuenta de que ni Occidente es tan civilizado, ni Oriente tan inhumano como ella siempre había creído. En los libros y películas que trato de parodiar en mi novela siempre hay un momento cumbre en el que a la protagonista occidental (que es la que va a sufrir el yugo de su novio musulmán machista per se) la obligan a ponerse un velo y es descrito como el peor momento que ha vivido nunca. Pues en mi novela hago parodia de ese momento cambiando velo por babuchas: a la protagonista, la Mary, pija que lleva taconazos, le quitan sus Gucci y la obligan a ponerse unas babuchas que ella encuentra como una aberración y atentado a su buen gusto. Cabe decir aquí que toda feminista islámica se opone a cualquier tipo de imposición en cuanto a vestimenta se refiere: tanto para obligar a poner como para obligar a quitar.
Hago en mi novela una crítica al feminismo colonial, a ese que “pretende liberar a las moras sumisas y tontas”, ese que pregona que la liberación de las mujeres pasa por abandonar su religión y seguir otro tipo de dogmas: los hegemónicos, dogmas que niegan, por ejemplo, que el feminismo pueda ser “islámico”.
Hay en la novela varios personajes feministas islámicas, porque el feminismo islámico existe: no es ningún oxímoron, como nos quieren hacer creer tanto las feministas hegemónicas como los musulmanes ortodoxos, dos caras de la misma moneda. El FI como movimiento existe desde finales del siglo XX, pero las luchas y reivindicaciones de las mujeres musulmanas podríamos decir que existen desde los primeros tiempos del islam.
Dado que la protagonista es fan de Gran Hermano, hago una parodia sobre el tema poniendo a los personajes turcos a ver Gran Musulmano: una mezquita en la que conviven, por ejemplo, un salafi, que representa el islam más extremista, misógino y retrógrado, y una feminista islámica, que chocará en todo con este personaje barbudo radical. La feminista hace cosas como dar el sermón o jutba, hacer la llamada a la oración o dirigir el rezo (imama), es decir, cosas que en principio tienen vedadas las mujeres musulmanas y que molestan al salafi que opina que las mujeres deben rezar en casa, y no en la mezquita. Todo esto lo hago tratado con humor, pero no deja de ser una reivindicación real de muchas mujeres musulmanas.
Además de esta parodia de Gran Musulmano, de repente hay una manifestación de feministas islámicas en la plaza Taksim de Estambul, en un capítulo titulado Las moras unidas jamás serán vencidas, donde un grupo enorme de mujeres protestan contra el heteropatriarcado para reclamar sus derechos otorgados por Allah: eso es FI, ni más ni menos. Entre los lemas que corean estas femimoras, como las llama la prologuista de mi novela, Wadi, tenemos:
“Yo rezo en la mezquita, tú limpias la casita”
“Las femimoras rezamos delante, los barbudos rezan detrás…”
Las reivindicaciones de las feministas islámicas son muy diversas, dependiendo del contexto en el que se encuentren, pero estas que corean las femimoras de mi libro son reales. Estas, en concreto, tratan dos temas: el acceso de las mujeres a las mezquitas y el lugar que deben ocupar durante el rezo.
Desde el islam ortodoxo se argumenta que el mejor lugar para que las mujeres realicen la oración es el hogar y que no es obligatorio que acudan a la mezquita, como sí lo es para ellos. Hay, sin embargo, un dicho del profeta que dice: “No impidáis a las mujeres acudir a la mezquita”.
Quizás penséis que el tema de las mezquitas no sea importante, que “qué más dará que las mujeres vayan o no a la mezquita”. Sin embargo, es importante. Las mezquitas suponen un lugar de socialización para cierto colectivo inmigrante. Además, si las mujeres no están en las juntas directivas de las mezquitas no pueden entrar en las federaciones ni en los órganos de interlocución con el Estado.
Sobre el lugar que deben ocupar las mujeres en la mezquita para el rezo, hay discrepancias: los hay que piensan que deben rezar en una sala aparte, los hay que dicen que deben ponerse detrás de los hombres y, por último, los que defienden que en la época del profeta todos y todas rezaban codo con codo, sin segregación por sexos, y que eso es lo que debería hacerse hoy día. Hay mezquitas que segregan, hay mezquitas que no segregan pero separan en dos y las hay que mezclan. De todo encontramos, guste o no a unos y otros.
También encontramos, sin ir más lejos en el Estado español, mezquitas a las que las mujeres no pueden acceder, es decir, mezquitas reservadas para los varones. Algunos apelan a que “no hay espacio suficiente”, pero claro, ¿quiénes salen perjudicadas? Las mujeres. Esto no pasa en países de mayoría musulmana, incluso en países como Irán o Arabia Saudí (Meca), donde encontramos espacios en algunas mezquitas en los que hombres y mujeres rezan sin segregación.
Tengo amigas que se sienten bien rezando en su propio espacio, sin hombres, y yo personalmente también, siempre que el espacio sea un espacio digno. Es el caso de la Mezquita Mayor de Granada, en lo alto del Albaicín: hombres y mujeres entran por la misma puerta, pero después cada uno tiene su lugar asignado. Las mujeres están en el mismo espacio pero detrás de un biombo por el que pueden ver a los hombres, pero que a su vez les proporciona un espacio íntimo. Yo me siento muy cómoda en esa mezquita y no querría rezar al lado de un hombre que no conozco, pero esta es solo mi opinión personal, no como musulmana, pues estoy a favor de los rezos mixtos, sino como feminista.
Hay pocas mezquitas en el Estado español en las que hombres y mujeres recen en el mismo espacio (juntos o separados, pero en el mismo espacio). La mayoría segregan a las mujeres pero, como he dicho, muchas musulmanas no ven en esto un impedimento, sino un beneficio pues pueden estar “a sus anchas” sin la mirada del varón, que es como yo me siento. En países como Indonesia, país del que proceden la mayoría de musulmanes del mundo, no hay segregación aparte: los hombres rezan a un lado y las mujeres en otro, pero en el mismo espacio. Esto es impensable para muchos musulmachos ortodoxos.
Como he dicho antes, en la mezquita de Gran Musulmano de mi novela, la feminista islámica se pone de imama, es decir, dirige la oración, algo que para un gran sector del mundo musulmán está prohibidísimo. Hay un dicho del profeta en el que este da permiso a una mujer, Umm Waraqa, para que dirija la oración de su comunidad y en este dicho se basan las feministas, entre otras cosas, para defender el imamato femenino.
En este tema siempre encontramos mucha controversia pues los musulmanes ortodoxos (y las musulmanas ortodoxas) lo ven como una innovación diabólica que va a llevar al islam a su perversión más absoluta.
En 2005 Amina Wadud, afroamericana, causó gran controversia al dirigir una oración mixta y dar la jutba o sermón del viernes en EEUU ante hombres y mujeres, acto que le supuso la condena de los grandes ulemas. No es la única mujer que ha ejercido de imama, pero tal vez sea la más conocida.
En una provincia de China llamada Henan, la tradición de las mujeres imamas es centenaria. En China hay una parte importante de la población que es musulmana y las mezquitas para mujeres son una realidad. En el Estado español no existe ninguna, que sepamos, aunque es una de las reivindicaciones que hacemos desde Red Musulmanas, plataforma a la que pertenezco, formada por mujeres y que trabajamos, sobre todo, el activismo en las redes.
Hace poco salió una noticia de una mezquita para mujeres que se había creado en Dinamarca, dirigida por una imama. La noticia causó controversia entre los detractores ortodoxos, que lo veían como un insulto. A mí me hacían gracia algunos comentarios de los musulmachos que criticaban la iniciativa. Vamos a ver: nos negáis el acceso a la mezquita por “falta de espacio” pero cuando encontramos el espacio nos criticáis también. Nos criticáis porque defendemos la oración mixta o el fin de la segregación, vosotros, que nos segregáis muchas veces al sótano o a espacios indignos pero cuando encontramos nuestro espacio digno nosotras solas para dirigirnos al Creador nos tratáis de innovadoras e incluso de herejes. Pues aquí nos tenéis, musulmachos: crearemos nuestros espacios y no pasaréis.
Aprovecho para citar aquí a la feminista islámica Maite Carbajo, que escribía en un artículo para la revista digital de pensamiento islámico moderno alkalima.es: “Comenzamos relegando a las mujeres atrás para no tener que luchar contra la tentación; después, resulta que es más cómodo no solo no verlas, también no oírlas y, entonces, construimos salas aparte. El paso siguiente es impedirles la entrada en las mezquitas. Y ya tenemos una práctica de adoración totalmente distinta a la practicada por los musulmanes de Medina”.
No son Dinamarca y China los únicos lugares en los que hay mezquitas para mujeres: Sudáfrica, EEUU, Canadá… Incluso en Irán, en centros comerciales, hay mezquitas solo para mujeres.
Por supuesto, esta reivindicación no es de todas las mujeres musulmanas: las hay en contra de estas iniciativas, bien sea porque lo consideren innovación o bien porque prefieran acabar con la segregación total en las mezquitas.
Además de las mezquitas para mujeres, existen las mezquitas inclusivas: en estas los musulmanes y musulmanas homosexuales, bi o trans pueden rezar sin miramientos. Son mezquitas donde los rezos son mixtos y donde no hay problema en que la imama sea mujer. Encontramos mezquitas inclusivas en Francia o en Sudáfrica, por ejemplo. Por supuesto, para la ortodoxia islámica estas mezquitas son la gota que colma el vaso. Pero existen.
Son muchas las luchas que lleva acabo el FI, no es el tema del imamato femenino el único, ni mucho menos. El FI lleva su propia lucha contra el radicalismo. Hay feministas islámicas teólogas que hacen su propia hermenéutica coránica en clave de género y que luchan contra la hermenéutica patriarcal que pretenden vendernos algunos sectores musulmanes.
Las hay que luchan contra la mutilación genital femenina, práctica que no tiene ninguna base islámica ni coránica. En Gambia, por ejemplo, se prohibió esta práctica gracias a los argumentos islámicos que la desmontaban y la ONG WISE también realiza una gran labor en la lucha contra esta práctica en Egipto junto con otra ONG, con educación religiosa y con la alternativa de financiación para las personas que se dedican a llevar a cabo esta práctica. En Senegal ha sido iniciativa de las propias mujeres senegalesas que empezaron una campaña junto con los imames que desembocó en la ley que prohíbe la MGF en 1999.
Las hay también que luchan contra la poligamia (y algunas a favor de ella, como la feminista senegalesa Ken Bugul).. Pero también las hay que, desde sus países de origen, luchan con el colonialismo o neocolonialismo.
Tenemos feministas islámicas que pertenecen a la academia, como la pakistaní Asma Barlas, que propone una hermenéutica del Corán que permita a los musulmanes defender la igualdad entre sexos, la antropóloga jurídica iraní Ziba Mir Hosseini, especializada en la ley islámica y el género y que calificó al FI como “el hijo no esperado del islamismo” y miembra de WLUML, o como la marroquí Asma Lamrabet, autora de varios libros, y las tenemos activistas en las bases, ya sea en las calles o en las redes, como la chica que escribe el prólogo de mi libro o las que formamos parte de Red Musulmanas (aunque algunas de ellas estarían en ambas posiciones). Tanto unas como otras, activistas sociales e intelectuales, nos retroalimentamos y nos necesitamos mutuamente: unas hacen el estudio y otras lo damos a conocer, como estamos haciendo aquí ahora en esta mesa-debate. Esto es lo que llamamos nuestra “yihad de género”.
Mujeres que luchan por sus derechos en el seno del islam u organizaciones de mujeres que luchan por lo mismo encontramos en prácticamente todos los países de mayoría musulmana.
BAOBAB, por ejemplo, es una ONG (creada por la nigeriana Ayesha Imam) que trabaja por la defensa de los derechos de las mujeres en el marco de las leyes religiosas y estatales de Nigeria. Realizan talleres, encuentros para abrir el debate sobre los derechos de las mujeres en el islam y crean estrategias para intervenir en casos de violación de derechos de las mujeres.
Hay más organizaciones de mujeres (y hombres) dentro del FI como la antes nombrada WISE (Women Islamic Initiative in Spirituality and Equality), que lleva a cabo un proyecto llamado Yihad contra la violencia, Sisters in Islam, Musawah o la red transnacional WLUML. Dentro del Estado español, entre otras, tenemos ACHIME o Red Musulmanas, a la que pertenezco y os invito a visitar nuestra web: www.remusulmanas.org
España ha sido pionera a la hora de organizar los congresos de FI que se han llevado a cabo durante varias ediciones en Madrid y Barcelona, trayendo a ponentes internacionales de diversos países como la ya citada Amina Wadud.
De entre las feministas islámicas españolas más notorias tenemos a Natalia Andújar o Laure Rodríguez, ambas miembras de Red Musulmanas, Carmen del Río, que hace exégesis en español en clave de género y que está a punto de publicar un libro sobre el tema, y hombres como Abdennur Prado, autor de numerosos libros.
Gracias a Librería Mujeres y al Ayuntamiento de Madrid por esta iniciativa, pues nos permite dar visibilidad al movimiento, luchar contra la islamofobia y romper estereotipos sobre las mujeres musulmanas.
Muchas gracias a todas y todos por escucharme.